HONDURAS:
A UN AÑO DEL GOLPE
¿Qué tal? ¿Cómo le va? ¿Cómo está usted?¿Bien? Bueno. Me alegro mucho, me alegro mucho. El tema es Honduras a un año del golpe. ¿Cómo lo vamos a llamar? ¿Qué nombre quiere que le pongamos? ¿Asonada?¿Intento de poner en orden al país?
El país no estaba desordenado. Lo que no se le perdonó a Zelaya es que intentara entrar en el ALBA, el pacto que se opone al ALCA y que es encabezado por Venezuela. De ahí en más Zelaya se convirtió en una especie de monstruo, y Micheletti, el presidente interino, logró con una parte del Congreso, la Suprema Corte y los militares y los grupos de poder, hacer un golpe blanco. Lo que no pareciera un golpe pero era un golpe.
Tres desaparecidos, heridos, muertos, nueve periodistas asesinados, y el pescado sin vender, en tanto y en cuanto nada ni nadie da explicaciones. Y Porfirio Lobo, el presidente supuestamente democrático, sigue prometiendo que va a investigar todo esto, y pasa el tiempo y no investiga nada.
La situación de Honduras es muy, muy, muy dura. Muy muy difícil. Se pasan horas difíciles para la oposición de cualquier tipo. Se pasan horas difíciles para cualquier hombre que tenga una idea que no sea la del lobismo y sus aliados, o la de Michetti y sus aliados. Y entonces la cosa se complica.
Para mejor el gobierno sólo está reconocido en América por Perú, Colombia y Estados Unidos de Norteamérica, mientras que el resto de América Latina y todo el Caribe no lo reconoce. Por lo tanto tiene una falla en la base durísima, y mientras se burlaban de esto al comienzo los golpistas, ahora sienten que es un desgaste feroz.
Para colmo México no se baja y no le da el placet para que pueda embarcarse en la aventura de ser un socio americano importante y Brasil se la tiene jurada. En estas circunstancias el que pierde es el pueblo de Honduras, porque pasa momentos de zozobra, de hambre, de incertidumbre, y Lobo no le encuentra la vuelta. ¿Se le encontrará? Ojalá que sí. Para eso, quizás, una de las pocas salidas, pero al cual el poder le tiene un inmenso miedo, sea una Asamblea Constituyente. ¿Por qué le tiene miedo? Porque el voto popular no puede salir como ellos quieren. En las urnas las posibilidades de ganar son mucho más difíciles que en las intrigas palaciegas. Eso ellos lo saben de memoria.
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